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Talycualear

Voyeur y Opus con O de Blog

Voyeur y Opus con O de Blog

Me adentré en el mundo de los blogs por puro voyeurismo. Realmente ya practicaba esta afición (¿aflicción?) en la página personal que se nos ofrecía en Atramentum. De hecho hubo alguien en aquella página, una fémina, que me recomendó visitar uno. Hasta ese momento no sabía que existían. Satisfacía una necesidad tan humana como otras: “saber y contar de”. Más tarde comprobé que una de las finalidades blogianas era contar, narrar, intimar, revelar y rebelarse. Por eso estoy aquí, porque me gusta narrar y contar a pesar de que Caperuccha, no lo entienda y mirad, perdí la cuenta de las veces que se lo he explicado; llegué a bailarle sardanas a la entrada de su harén mientras lo hacía.

En este primer post adjunto una imagen dedicada a Kiri que tiene edad de amar –así dice- y seguro que también de follar –no lo dice pero se intuye-. Son dos cosas diferentes, por lo menos así me lo explicaron en el colegio del Opus donde cursé mi egebé; follar y amar también pueden ir juntos, no son incompatibles me decía el cura. Después aterrizé en un Instituto donde lo público no sólo era nítido sino que llegué a saborear ese olor a público, ese arco iris de adolescentes no uniformados. Preferí lo público y ahora, no me desagrada lo que de público tiene un blog, la libertad y el libertinaje que se te otorga, en definitiva, escribir lo que no se dice de repente cuando a la salida de la cafetería, es un ejemplo, le dices a alguien que te mira y te ve, “eh, tú, eres un grácil necio” –es otro ejemplo-.

Y las advertencias también son necesarias porque el contenido a veces será más que un explosivo: cualquier parecido con la realidad o podrá ser ficción o quizás sea real pero será tarea del bloglector dilucidarlo; me sincero, lo digo y lo escribo para que mis potenciales lectores sepan realmente lo que soy: un gachó no-uniformado que grita.

Y todo en una herramienta tan de moda, el blog.

Talycualear

El nombre del blog, un verbo hecho y derecho, dicen que será añadido al DRAE por Arturo Pérez Reverte auspiciado por Montero Glez, sí, aquél que comenzaba su novela Sed de Champán: El Charolito sólo se fiaba de su polla. Era lo único en el mundo que jamás le daría por el culo

Bienvenidos -todas incluídas-