Requilorio en una presentación
La veis mejor que yo. Es mi cuñada, la mujer de mi hermano Carlos.
Aquella noche mi hermana Leticia más que borracha estaba eufórica y decidió, costase lo que costase, por su homosexualidad y por lo que chulearía delante de sus amigas, presentársela a Carlos, sí, esa chica tan mona, como la de la foto que Carlos lleva desde hace tres años en su cartera como todo ser en esencia hispánico y como toda costumbre consuetudinaria y sin necesidad de explicar ese porqué un español ha de llevar la foto de su novia, mujer, madre, hermana, sobrina, nieta y demás féminas guardadas en el trasero, a veces, en el bolsillo izquierdo de la solapa izquierda de la chaqueta centrada mientras rodea con el brazo izquierdo y la manga izquierda de la chaqueta que en sí era también un sustantivo femenino.
A Olivia no hacía falta describirla. Sus sensaciones sudaban por sus ojos por lo que a los ojos de las otras, de las amigas de Leticia, eran no sólo ojos sino borracheras continuas de excitaciones raras, comprendidas desde su orientación desde la izquierda de su homosexualidad y desde allí, hacia el otro polo de su intimidad: intimidades que contaban supercherías fantásticas e imaginaciones sanas, demasiado naturales.
Y a Carlos, sólo se le ocurrió escribir unas letras en verso, que repetía cada noche mientras los ojos de Olivia tornaban al sueño de una fantasía y una bacanal lúdica, festiva y real.
Escuchar tus ojos es, pasar frío y pasar hambre porque son cómo límites sin cotas de finitud, acerbo del tiempo que no disfrutaré siempre y eso, Olivia, eso duele y mis ojos frente a los tuyos sólo les queda sollozar, con zeta sonora.
Un beso, preciosa.
Aquella noche mi hermana Leticia más que borracha estaba eufórica y decidió, costase lo que costase, por su homosexualidad y por lo que chulearía delante de sus amigas, presentársela a Carlos, sí, esa chica tan mona, como la de la foto que Carlos lleva desde hace tres años en su cartera como todo ser en esencia hispánico y como toda costumbre consuetudinaria y sin necesidad de explicar ese porqué un español ha de llevar la foto de su novia, mujer, madre, hermana, sobrina, nieta y demás féminas guardadas en el trasero, a veces, en el bolsillo izquierdo de la solapa izquierda de la chaqueta centrada mientras rodea con el brazo izquierdo y la manga izquierda de la chaqueta que en sí era también un sustantivo femenino.
A Olivia no hacía falta describirla. Sus sensaciones sudaban por sus ojos por lo que a los ojos de las otras, de las amigas de Leticia, eran no sólo ojos sino borracheras continuas de excitaciones raras, comprendidas desde su orientación desde la izquierda de su homosexualidad y desde allí, hacia el otro polo de su intimidad: intimidades que contaban supercherías fantásticas e imaginaciones sanas, demasiado naturales.
Y a Carlos, sólo se le ocurrió escribir unas letras en verso, que repetía cada noche mientras los ojos de Olivia tornaban al sueño de una fantasía y una bacanal lúdica, festiva y real.
Escuchar tus ojos es, pasar frío y pasar hambre porque son cómo límites sin cotas de finitud, acerbo del tiempo que no disfrutaré siempre y eso, Olivia, eso duele y mis ojos frente a los tuyos sólo les queda sollozar, con zeta sonora.
Un beso, preciosa.
0 comentarios